#Coruña2017 Capítulo 5: las novedades (para mí)
Miga. La esencia de la casa de comidas
Cuando contacté con Adrián Felípez para pedirle un menú que me permitiera hacerme una idea de su cocina, me dijo que me lo preparaba encantado, pero que Miga no era un restaurante gastronómico ni pretendía llegar a serlo.Y es que aunque Adrián ha pasado, entre otros, por el Celler de Can Roca, cuando tiene que explicar su concepto gastronómico prefiere hablar de sus abuelos, de cómo con ellos recogía berberechos o plantaba patatas en su Bergantiños natal. Eso se lleva muy dentro y se nota en lo que se traslada al plato, en la importancia que se le da a lo cercano, a lo que se produce o cultiva alrededor, a los sabores que invitan a mojar el pan, a empapar la miga que da nombre al restaurante (qué bueno el pan de castañas: uno de los varios que se sirven para acompañar la comida).
Empezamos con el mar: una ostra a la brasa - aún tenía reciente la de Tegui, del otro lado del Atlántico - con salsa ponzu y unas navajas Thai. Pero cuando la cosa se pone seria es cuando empiezan a llegar los sabores más marcados, los fondos, las preparaciones más enjundiosas, que dirían los chilenos. Primero, una fresquísima y veraniega ensalada de stracciatella, seguida de un rape en jugo ibérico con tomates.
Miga es una restaurante en el que se hacen callos los domingos. De los buenos, me cuentan. Porque no deja de ser una casa de comidas. Algo que, hoy por hoy, es de valorar.
[Miga / Praza de España, 7 - A Coruña]
Manso. Las ideas claras
Hay cocinas que impactan en el momento en el que tomas los platos, que deslumbran por algún motivo, que atraen poderosamente tu atención. Y hay otras que prefieran esperar, que se van haciendo más presentes en el recuerdo por su destreza, por su técnica, por su claridad de ideas. La de Alberto Lareo es de estas últimas.Manso no es para nada una novedad. Ya hace cuatro años desde que abrió sus puertas en el local que había ocupado el mítico Anexo Vilas y dos desde que se reformó para darle su configuración actual, en la que conviven - al igual que en tantos otros; viabilidad manda - una zona para el picoteo con el comedor más formal. Pero, con mi única visita anual a Galicia, no había tenido oportunidad de conocerlo.
Tras el pequeño canapé de centolla, buey y aguacate a modo de apertura, los brillantes y sabrosos lomos de sardina teriyaki con pimientos de Padrón: un homenaje al verano gallego (foto de apertura). Luego, la ensalada de tomate y trufa, seguida de un notabilísimo pulpo con mole.
Verano y precisión que se manifestaron con mayúsculas en el plato de bonito y cerezas, el mejor de la noche, magnífica antesala de un cordero con verduras en los que se nota que hay cocina de verdad, con ese fondo y ese punto impecables.
[Manso / Avenida de Vilagarcía, 21 - Santiago (A Coruña)]
El Divino Vinoteca. La carne
Han pasado diez años desde que Flavio Morganti publicara "Vacas: su dignificación sexual y gastronómica" y casi tantos desde que, cada vez que visitaba su Galileo en Pereiro de Aguiar, disfrutaba como un enano tomando la Luismi Premium. Pese a los esfuerzos del italiano, el aprecio por la carne de vaca ha evolucionado demasiado lentamente en Galicia.Pero ha evolucionado. Hasta el punto de que un argentino se animó a abrir un pequeño restaurante en la antigua estación de tren de O Burgo, en las afueras de A Coruña, dedicado a las carnes de máxima calidad. Allí están, a la vista nada más entrar, madurando. Unas piezas imponentes esperando a alcanzar el punto necesario.
Excelente carne y fantástico vino. ¿Qué mas hace falta?
[El Divino Vinoteca / Ramón Cabanillas s/n, O Burgo - Culleredo (A Coruña)]
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