Naoki (Vitacura): donde se juntan la técnica japonesa y el producto chileno
No hay mejor cosa que un restaurante suficientemente pequeño - algo, por desgracia, muy poco común en Santiago - como para que te conozcan. Para que conozcan tus gustos, en realidad. Y más si se trata de un restaurante japonés, en el que la variedad de técnicas es virtualmente infinita. Así, cada visita a Naoki es un equilibrio entre los clásicos que pedimos siempre y lo que va enviando Marcos desde la barra en función del material que tenga ese día, descubriéndonos sabores y preparaciones. La última, la de ayer, la dejamos completamente en sus manos: un omakasé en toda regla.
Así, en estos meses, nuestro estómago y nuestra vista han ido deleitándose y ampliando horizontes: impecable técnica japonesa y excelente producto chileno. Las gyozas de papaya y cochayuyo, sabores del norte; los shots de piure y erizo, puro mar; el Z roll, una oda al atún, o el roll de erizos; los usuzukuri, especialmente aquel de ostiones de Magallanes, pura tersura en la boca; ese nigiri de unagi y foie; el maki roppongi, con locos apanados al centro; o, cuando las hay, las mejillas de salmón o de corvina a la parrilla, o bien esas preparaciones que exaltan pescados modestos como la caballa o el jurel.
En fin, comer de maravilla, sorprenderse cada día un poquito y sentirse como en casa. ¿Qué más se le puede pedir a un restaurante?
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