Zabo: sushi & cócteles sobre los tejados de Bellavista
Aunque no siempre uno tiene el cuerpo preparado para ello. Hay veces en las que simplemente apetece pasar un rato relajado, en un lugar agradable, con comida sencilla, conocida, que no va a exigir esa actitud alerta pero que va a entregar suficiente satisfacción. Para esos días menos exigentes, Zabo Bellavista (el local original se mantiene en Lastarria) es una opción idónea.
La terraza del segundo piso es realmente acogedora. El sol brilla desde lo alto del Cerro llenando de cálida luz el espacio: mesas y sillas de madera, sofás rojos, espejos. Enfrente, las casonas enseñoreándose de Dardignac.
Zabo es sushi y cócteles: "sushi & cocktail experience", así abre su página web. De modo que no nos complicamos demasiado a la hora de elegir. Un mango madness notable (vodka, Absolut mango, crema de coco, durazno y granadina) y un mango sour. Algo de sashimi (bien el salmón, muy justito el atún) y tres rolls: el acevichado (camarón y palta, envuelto en atún y con salsa de ceviche), correcto; el Dragón (camarón, cebollín, queso crema, masago, envuelto en anguila y palta), mejor; y el Ibérico Tempura, el más destacado por distinto (jamón crudo, albahaca y palta en tempura con una interesante salsa de cilantro). Cayó algún pisco sour adicional para tomarnos lo anterior.
Me gustó mucho el suspiro de Maracuyá, una versión del clásico peruano en la que el intenso cítrico de la fruta balancea muy bien el dulzor del original. Y, tras el postre, un par de cafés para cerrar. En total, menos de 20.000 pesos por cabeza (unos 30 euros).
En fin, Zabo es un lugar a tener en cuenta para una cena tempranera en compañía de amigos. Para una velada en la que la conversación y la diversión primen, bien acompañadas por platos y bebidas que se dejan tomar con facilidad, que no reclaman más protagonismo del necesario.
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