La huella alemana en las riberas del Llanquihue
Empezando por el norte, Puerto Octay es la más alejada del circuito turístico y, por ello, la que mejor conserva en sus calles y edificios el sabor del XIX. De hecho, su mayor atractivo es la arquitectura patrimonial en madera, de estilo teutón aplicado por maestros chilotas. La iglesia de San Agustín, la casa Wulf o la casa Schmidt son buenos ejemplos.
Unos kilómetros al sur, Frutillar agrega a la riqueza arquitectónica un paisaje delicioso. Desde cualquier punto de su larga y tranquila playa se puede contemplar, majestuoso en la otra orilla, el imponente volcán Osorno cubierto de nieves perpetuas. El contraste entre los bañistas y la cumbre nevada ofrece una estampa digna de ver mientras se pasea al borde del agua.
Puerto Varas, finalmente, es la capital turística del Llanquihue. Tiene una abundante oferta hotelera, interesantes propuestas gastronómicas, una larguísima playa de arena blanca, unas vistas espléndidas sobre el lago, un importante patrimonio legado por los colonos que la fundaron y mucha vida. Es, por tanto, el lugar ideal para tomar como centro logístico para visitar la zona.
Dejo un par de recomendaciones en los gastronómico (más adelante haré un post sobre el hotel en el que nos alojamos), ambas para carnívoros. Por una parte, la excelente parrilla del restaurant La Marca. Y por otra, también en el centro, los insuperables crudos que sirve la sucursal en Puerto Varas del mítico Café Hausmann de Valdivia.
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En fin, una gozada recorrer las ciudades que flanquean la ribera del Llanquihue, un lago que ofrece unos paisajes de vértigo. Pero ése será otro post...
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