Betanceando
Entramos en el casco viejo - conjunto histórico-artístico - por la Porta da Vila, subiendo hasta la plaza de la Constitución para disfrutar de sus palacios. Avanzamos hasta el conjunto que forman Santa María do Azougue y San Francisco, y visitamos esta última para admirar los sepulcros góticos en los que descansan los Andrade, los Pardo y demás históricos vecinos de la zona. Bajamos hasta el río por cualquiera de sus estrechar callejuelas y volvemos hacia la Plaza del Campo. En la empinada Rúa da Cerca, los balcones corridos de madera de sus casas góticas servían en tiempos para secar el maíz, dicen que también el pescado. Y el Palacio Bendaña, y la iglesia de Santiago, y el Palacio Lanzós, y la Torre del Reloj, y las casas modernistas del Cantón Pequeño...
Como la visita fue improvisada, no pudimos preguntar a Borralleira, ilustre betanceiro, dónde picar. Así que improvisamos y nos metimos en el Rincón do Roncón, en la Rúa da Cerca. Y acertamos: sobre los soportales elevados, pequeño local de piedra con lareira incluida y una curiosa mezcla musical entre el jazz y la gaita. Con varias opciones para los vinos, terminamos con sendas copas de Coto de Gomariz en la mesa. El Rincón no tiene cocina, pero se agradecieron los pinchos de queso azul con pimiento morrón, aunque su potentísimo sabor terminó por anular el del vino.
Y, tras los pinchos, a comer. De nuevo al azar, acabamos en el Mesón O Pote. Comida popular donde la haya: hirviente sopa de cocido en cunca de barro; media ración de completo cocido de la que habrían comido dos; razonable caldeirada de rape y merluza; regulares filloas, tarta de queso, café de pota y copas de guerrero Ribeiro de la casa. Total: estómago lleno, cuerpo bien caliente, trato amable y veinte euros por cabeza.
Continuará...
Comentarios