Por la costa vizcaína (i)
Estuvimos hace unos días en Euskadi. Como no conocíamos la costa vizcaína, le dedicamos un par de ahora-llueve-ahora-sale-el-sol jornadas, con base en Bilbao. En realidad, visitamos el tramo central de la misma, entre Gernika y la propia capital. Veamos.
Un buen día de excursión puede comenzar visitando la Ermita de San Juan de Gaztelugatxe, entre Bakio y Bermeo, a una media hora de Bilbao. Conviene llegar antes de las 11:00, porque a partir de esa hora advienen las hordas a la toma de la Ermita, al menos en agosto. Se trata de un islote peñascoso unido a tierra por un puente de piedra: en lo alto se alza la modesta ermita. Para alcanzarla, ojo, tenemos el peaje de los 231 escalones que hay que ascender.
Debe tomarse con calma el descenso desde la carretera general, para contemplar la ermita desde todas las perspectivas, tan atractivas como las que se observan desde el propio islote.
Muy cerca de la ermita se encuentra Bermeo, pueblo pesquero. Pero, cuidado, porque entre ambos merece una parada el Cabo Machichaco. Bermeo tiene un casco monumental que justifica el paseo, aunque su mayor atractivo es el Portu Zaharra (puerto viejo), que combina coloridas casas, barcos pesqueros y embarcaciones de recreo.
Lo más probable es que ya sea la hora de darle gusto al cuerpo, sobre todo tras tanto escalón. Un par de pinchos y a comer, por ejemplo en el Jokin; aunque prudencia, porque hablo por referencias (fiables, eso sí).
Y, apenas a tres kilómetros de Bermeo, Mundaka, ideal para un nuevo cafecito post-comida. Villa costera muy pequeñita, abigarrada y conformando un enjambre de callejas que llega al diminuto y recogido puerto. Sobre éste, una también mínima alameda, con las terrazas de un par de bares que permiten observar largamente, desde la sombra de los plátanos, cómo la juventud se refresca desde los diques del puerto y los barcos entran y salen.
Terminado el café, un par de paseos: hacia nuestra derecha, para contemplar la reserva de la biosfera del Urdaibai; hacia nuestra izquierda, para acceder a la Ermita de Santa Catalina.
Y como no es cuestión de hacer esto demasiado largo (ni el artículo ni la excursión, ya será más de media tarde), dejaremos el resto para otro momento. Volvemos a Bilbao, nos duchamos y una buena cena. En el Kate Zaharra (con su propio artículo en este blog) o en el Yandiola, excelente, que pronto lo tendrá.
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