Mirar Galicia (ii) - O Pindo
Al Monte Pindo (Ver en Tagzania) le llamamos los gallegos el Olimpo Celta: dicen que hace más de 2.500 años, en su cumbre, se celebraban ritos de fuego en las noches de verano. Yo no sé si esto es verdad, pero tampoco necesito saberlo. Cuando quiera, puedo subir a celebrar el rito de la contemplación del Finisterre.
Ascender los 650 metros del Pindo desde el pueblo del mismo nombre (entre Corcubión y Carnota, en la estribación sur de la coruñesa Costa da Morte) supone unas dos horas y media de ejercicio. Conviene iniciar el camino temprano, para evitar el sol que aprieta en verano.
A los pocos minutos, tras abandonar la arboleda inicial, comienza a mostrarse el paisaje. Primero, O Pindo y Ézaro. Más tarde, la mole rocosa de Finisterre cerrando la ría de Corcubión. Un rato después, casi a mitad de camino, el inmenso arenal de Carnota (ver en Tagzania). Seguidamente, hacia el interior, el gran embalse del Xallas y los omnipresentes molinos de viento.
[Paréntesis. En Galicia tenemos la naturaleza más hermosa, pero también una asombrosa capacidad para destrozarla. O Pindo lo ilustra de manera inmejorable. Además del deprimente paisaje interior, a escasos kilómetros, en Ézaro, se encuentra la única desembocadura de un río europeo en el mar formando una cascada: una de las presas (encoros) del río Xallas la ha hecho desaparecer. Podemos, eso sí, disfrutarla los domingos de verano de 12:00 a 14:00, período durante el cual, en su inmensa generosidad, Ferroatlántica tiene a bien abrir la compuerta del encoro. En el colmo de lo grotesco, nuestro longevo ex-presidente se permitió el lujo de ¡¡inaugurar la cascada!!. Cierro paréntesis]Superado el trance, se sudan las últimas gotas para saludar las caprichosas formas del guerrero pétreo y llegar a la cumbre. Todo lo que se ha ido mostrando durante la subida se une en un espectáculo, de verdad, que manda carallo (en este contexto, "que manda carallo" podría traducirse por "que sublima los instintos", aproximadamente).
A golpe de bocata recuperamos las fuerzas para la bajada y, de nuevo en el pueblo, si el día lo permite no queda sino tonificar nuestro cuerpo con un chapuzón en el frío Atlántico. En la playa de San Pedro, en el propio O Pindo; mejor, en alguna parte de los 7 kilómetros de la playa salvaje de Carnota; o mejor todavía, en la de Louro, al pie del monte del mismo nombre, ya muy cerca de Muros.
Muros, villa y ambiente marineros, es el lugar ideal para hacer noche. La cena, en cualquiera de las adegas o tabernas de sus calles porticadas en piedra al borde del mar.
Al día siguiente, Pantagruel demanda más atención: pongamos rumbo a Fisterra o Finisterre, como se quiera. Si es verano, el plan es el siguiente. Llegamos a media mañana al faro y contemplamos el símbolo de la Costa da Morte tranquilo, en su descanso del estío. Después, retornamos unos kilómetros a la playa Langosteira. En el extremo más cercano a la villa, todavía entre la arena, está el Tira do Cordel. Reservamos una mesa - que nos darán para las cuatro -, nos tostamos entre chapuzón y chapuzón y, con el salitre en el cuerpo, las navajas (longueiróns, en gallego) y la lubina a la parrilla, recién sacadas del mar que bate a apenas unos metros, pondrán con el Albariño broche de oro a la excursión.
En invierno, prescindiremos necesariamente de los chapuzones, pero a cambio, si el tiempo acompaña - y aquí es al revés - podremos ver, entonces sí, la Costa da Morte. Con mayúsculas.
A los pocos minutos, tras abandonar la arboleda inicial, comienza a mostrarse el paisaje. Primero, O Pindo y Ézaro. Más tarde, la mole rocosa de Finisterre cerrando la ría de Corcubión. Un rato después, casi a mitad de camino, el inmenso arenal de Carnota (ver en Tagzania). Seguidamente, hacia el interior, el gran embalse del Xallas y los omnipresentes molinos de viento.
[Paréntesis. En Galicia tenemos la naturaleza más hermosa, pero también una asombrosa capacidad para destrozarla. O Pindo lo ilustra de manera inmejorable. Además del deprimente paisaje interior, a escasos kilómetros, en Ézaro, se encuentra la única desembocadura de un río europeo en el mar formando una cascada: una de las presas (encoros) del río Xallas la ha hecho desaparecer. Podemos, eso sí, disfrutarla los domingos de verano de 12:00 a 14:00, período durante el cual, en su inmensa generosidad, Ferroatlántica tiene a bien abrir la compuerta del encoro. En el colmo de lo grotesco, nuestro longevo ex-presidente se permitió el lujo de ¡¡inaugurar la cascada!!. Cierro paréntesis]Superado el trance, se sudan las últimas gotas para saludar las caprichosas formas del guerrero pétreo y llegar a la cumbre. Todo lo que se ha ido mostrando durante la subida se une en un espectáculo, de verdad, que manda carallo (en este contexto, "que manda carallo" podría traducirse por "que sublima los instintos", aproximadamente).
A golpe de bocata recuperamos las fuerzas para la bajada y, de nuevo en el pueblo, si el día lo permite no queda sino tonificar nuestro cuerpo con un chapuzón en el frío Atlántico. En la playa de San Pedro, en el propio O Pindo; mejor, en alguna parte de los 7 kilómetros de la playa salvaje de Carnota; o mejor todavía, en la de Louro, al pie del monte del mismo nombre, ya muy cerca de Muros.
Muros, villa y ambiente marineros, es el lugar ideal para hacer noche. La cena, en cualquiera de las adegas o tabernas de sus calles porticadas en piedra al borde del mar.
Al día siguiente, Pantagruel demanda más atención: pongamos rumbo a Fisterra o Finisterre, como se quiera. Si es verano, el plan es el siguiente. Llegamos a media mañana al faro y contemplamos el símbolo de la Costa da Morte tranquilo, en su descanso del estío. Después, retornamos unos kilómetros a la playa Langosteira. En el extremo más cercano a la villa, todavía entre la arena, está el Tira do Cordel. Reservamos una mesa - que nos darán para las cuatro -, nos tostamos entre chapuzón y chapuzón y, con el salitre en el cuerpo, las navajas (longueiróns, en gallego) y la lubina a la parrilla, recién sacadas del mar que bate a apenas unos metros, pondrán con el Albariño broche de oro a la excursión.
En invierno, prescindiremos necesariamente de los chapuzones, pero a cambio, si el tiempo acompaña - y aquí es al revés - podremos ver, entonces sí, la Costa da Morte. Con mayúsculas.
A propósito del tema, publica hoy La Voz de Galicia la iluminación de la cascada.
ResponderEliminarLa cascada de O Ezaro se iluminará este sábado.
En fin.
Só un pequeno matiz.
ResponderEliminarA navalla e o longueirón son dúas especies distintas da mesma familia.
http://gl.wikipedia.org/wiki/Navalla,_molusco
Aparte disto... cómo vives!! ;-)