Mirar Galicia (i) - Herbeira
A unos serpenteantes kilómetros de Cedeira (A Coruña), la Serra da Capelada y el Atlántico se golpean eternamente, como Sísifo, conformando los más altos acantilados de Europa. A 610 metros por encima del mar, en caída vertical, entre las casi perennes brumas se vislumbra la garita, que no es sino la excusa que da nombre al lugar.
Interesa subir a Herbeira (Ver en Tagzania) en un día claro, para mirar todo el mar. Pero, especialmente, interesa subir a Herbeira en un día brumoso, que son casi todos. No deja de ser curioso cómo en Herbeira conviven la niebla y el fuerte viento. Con las ventanillas del coche abiertas, aunque pele el frío, los jirones de espesa brétema lo atraviesan de lado a lado; los caballos salvajes pastan impertérritos mientras avanzamos a veinte por hora; el zumbido fantasmal e incansable de los molinos de viento enmudece el ruido de nuestro motor. Don Quijote no vivió en Galicia; pero si lo hubiera hecho, los molinos de Herbeira habrían sido sus enemigos, apenas vislumbrados por Sancho entre la espesura.
Camino de Herbeira, desde Cedeira, está San Andrés de Teixido: vai de morto quen non vai de vivo, según la tradición gallega. Ofrece una fantástica perspectiva sobre los acantilados, así como un cierto toque mágico (habelas, hainas) para quien no es ni muy exigente ni muy escéptico.
¿Y cómo lleva Pantagruel todo esto? Puede llevarlo de maravilla. Los percebes de Cedeira compiten con los del Roncudo, en Corme, por ser los mejores de Galicia, lo que es decir que son los mejores del mundo. En el Náutico o, ya entrando en el puerto, en el Badulaque, se puede comprobar.
Si el bolsillo de Pantagruel anda flojo, cerquita del náutico está el Kilowatio. Disfrutemos, de pie en el exterior, del marraxo, acompañado de una o varias copas de Ribeiro.
Después de comer, antes de un café, vayamos a la subasta en la lonja. No es lo mismo que antaño - maldita tecnología -, pero sigue habiendo que amarrar fuerte a Pantagruel ante tamaña vista, casi como la de Herbeira.
Interesa subir a Herbeira (Ver en Tagzania) en un día claro, para mirar todo el mar. Pero, especialmente, interesa subir a Herbeira en un día brumoso, que son casi todos. No deja de ser curioso cómo en Herbeira conviven la niebla y el fuerte viento. Con las ventanillas del coche abiertas, aunque pele el frío, los jirones de espesa brétema lo atraviesan de lado a lado; los caballos salvajes pastan impertérritos mientras avanzamos a veinte por hora; el zumbido fantasmal e incansable de los molinos de viento enmudece el ruido de nuestro motor. Don Quijote no vivió en Galicia; pero si lo hubiera hecho, los molinos de Herbeira habrían sido sus enemigos, apenas vislumbrados por Sancho entre la espesura.
Camino de Herbeira, desde Cedeira, está San Andrés de Teixido: vai de morto quen non vai de vivo, según la tradición gallega. Ofrece una fantástica perspectiva sobre los acantilados, así como un cierto toque mágico (habelas, hainas) para quien no es ni muy exigente ni muy escéptico.
¿Y cómo lleva Pantagruel todo esto? Puede llevarlo de maravilla. Los percebes de Cedeira compiten con los del Roncudo, en Corme, por ser los mejores de Galicia, lo que es decir que son los mejores del mundo. En el Náutico o, ya entrando en el puerto, en el Badulaque, se puede comprobar.
Si el bolsillo de Pantagruel anda flojo, cerquita del náutico está el Kilowatio. Disfrutemos, de pie en el exterior, del marraxo, acompañado de una o varias copas de Ribeiro.
Después de comer, antes de un café, vayamos a la subasta en la lonja. No es lo mismo que antaño - maldita tecnología -, pero sigue habiendo que amarrar fuerte a Pantagruel ante tamaña vista, casi como la de Herbeira.
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